Las lecturas convencionales de la Antigüedad enfrentan a Atenas con Jerusalén, donde Atenas representa la "razón" y Jerusalén la "fe". Sin embargo, como nos recuerda Susan Buck-Morss, los estudiosos recientes han anulado esta separación. Nombrar el primer siglo como un punto cero –"año uno"– que div...
Las lecturas convencionales de la Antigüedad enfrentan a Atenas con Jerusalén, donde Atenas representa la "razón" y Jerusalén la "fe". Sin embargo, como nos recuerda Susan Buck-Morss, los estudiosos recientes han anulado esta separación. Nombrar el primer siglo como un punto cero –"año uno"– que divide el tiempo en antes y después es igualmente arbitrario, nada más que una conveniencia que carece de sentido empírico. En Año 1, Buck-Morss libera el primer siglo para que pueda hablarnos de otra manera, reclamándolo como terreno común y no como origen de diferencias profundamente arraigadas. Buck-Morss demuestra que ya no es necesario dividir la historia como si fuera un niño desamparado que necesita la sabiduría protectora de Salomón. Los habitantes del primer siglo pertenecen juntos en el tiempo, y por lo tanto no a nosotros.
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