No es fácil destruir una democracia, pero sí parece bastante sencillo dañarla. En todo el mundo, ya sea por derecha o por izquierda, la democracia sufre hoy los embates de regímenes populistas que debilitan las instituciones y agravan las dificultades de la sociedad. Pero ¿cómo es que aquellas figuras políticas que socavan las condiciones de la vida obtienen, y en muchos casos conservan por largo tiempo, el apoyo de quienes más perjudicados resultan?