La fiesta es aún peor de lo que esperaban, así que tanto Leyre como Diana abandonan pronto el reencuentro de su antigua promoción del instituto, al que ni siquiera saben por qué han acudido. Apenas se conocieron en esos años pero, hartas de la explosión de nostalgia noventera, ambas encuentran en la necesidad de compartir taxi una excusa para no dar por terminada la noche.
Sin rumbo ni intenciones fijas más allá de aplazar dos decisiones que no quieren tomar, las dos acaban deambulando hasta el amanecer, en busca de algún deus ex machina que les permita creer que el presente no está tan lejos del futuro idílico que les prometieron y que, a sus cuarenta y algo, se les sigue escapando.