Le Corbusier se centra aquí en la crítica implacable hacia la arquitectura académica y toma su fuerza de la convicción de una necesidad absoluta y urgente de renovación constructiva, cuyas premisas son hoy más actuales que nunca: construir la casa herramienta, la máquina de habitar, recuperar la escala humana siguiendo el modelo sincero de la técnica del ingeniero, o sea servir, pero sin abandonar la premisa propia de la arquitectura: conmover.