Carlomagno, mientras cena en Aquisgrán con parte de sus nobles, los vikingos atacan un monasterio en Frisia, al norte de su imperio, en el que no dejan a nadie con vida, salvo un
monje que huye y se presenta en palacio para advertir al emperador de tal acontecer. El viejo Carlos, en el otoño de sus días, se asoma a la ventana, intuyendo que los invasores están ya
muy lejos y lamentándose por sus herederos, que son los que realmente soportarán el azote de los hombres del norte, comienza a repasar sus días