El microrrelato es un género en claro auge, en crecimiento sostenido tanto en adeptos como en número de publicaciones. Probablemente por adaptarse como ningún otro al perfil de la sociedad actual, en que el tiempo disponible es más escaso que antaño. Relatos liberados es una buena muestra de esa pujanza, al brindar al lector un ramillete de narraciones que conjugan la brevedad y la concreción con la agudeza y el ingenio más desbordantes.
Como Eduardo Torres-Dulce recoge en su prólogo, las narraciones de Mario Alonso evocan en su cosmopolitismo las de maestros del género como Somerset Maugham: «En un momento estamos en Galicia, en otro en Perú, en otro en Lisboa, la ciudad blanca de Alain Tanner, o en México o en Montevideo husmeando en la feria de Tristán Narvaja, en un ascensor o ante un televisor a punto de sufrir con un Real Madrid-Barça».
El autor denuncia sin ambages la injusticia, la mentira o el cinismo; se adentra y nos adentra en el universo de la muerte, en los entresijos del poder; en los arcanos de la religión y el sexo y, en suma, en los misterios casi insondables de la naturaleza humana.
Como en un menú que se ofrece al lector, los textos de Alonso están agrupados por colores: grises, historias duras que golpean los sentimientos del lector; blancos, biografías y semblanzas reales o imaginadas; rojas, cuentos de sangre y pasión; y azules, narraciones divertidas, con un ácido sentido del humor.